La Comarca de la Sierra de Albarracín es una comarca situada en el noreste peninsular, en la provincia de Teruel. Aquí está y aquí ha estado durante muchos siglos. Su historia se remonta hasta la prehistoria con descubrimientos tan importantes como las pinturas rupestres del Parque Cultural de Albarracín, Patrimonio Mundial de la Humanidad declarado por la UNESCO en el año 1998.
Su estratégica situación ha favorecido el asentamiento de numerosas civilizaciones. Los romanos llegaron con la política que los caracterizaba, “vini, vidi, vincit”, pero se encontraron con un terreno fértil, lleno de riquezas con las que alimentar su inmenso imperio, así nos dejaron una de las construcciones más bellas, el Acueducto Romano de Albarracín-Gea de Albarracín-Cella.
Territorio de parajes recónditos y arquitecturas de fuerte presencia, la comarca de la Sierra de Albarracín esconde hermosos paisajes culturales surgidos de una difícil orografía, que se articulan en torno a un variado conjunto de barrancos, cañones, peñas, valles y extensos bosques de coníferas, sabinares y encinares.
Muchos son los adjetivos que nos describen en la Sierra de Albarracín. Este espacio natural, condicionante de los modos de vida, fue la cuna de primitivas comunidades prehistóricas, que expresaron de manera gráfica sus modos de vida en importantes muestras de arte rupestre, cuyos restos, agrupados en el conjunto de Abrigos de Arte Rupestre de estilo Levantino del Arco Mediterráneo, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad.
La comarca de la Sierra de Albarracín sienta sus raíces en un próspero pasado: Reino de Taifas en el siglo XI, señorío independiente en el XII, Albarracín adquiere fuero propio en 1284 tras la conquista del territorio por Pedro III, dando origen a la histórica Comunidad de Albarracín, cuyos límites prácticamente coinciden con el territorio de la actual comarca.
El nacimiento en lo alto de las sierras de los ríos Tajo, Guadalaviar, Cuervo, Cabriel y Júcar, así como un rico ecosistema beneficiado por el clima lluvioso, convierte las sierras y los valles de Albarracín en un paraíso micológico y en el refugio de cientos de especies que conforman una de las reservas de caza más importantes del norte de la Península Ibérica.
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